PRESENTACIÓN
Sao Paulo, 29 y 30 de Octubre de 2003
Es posible hablar de una extraña combinación entre expectativa y frustración en la tentativa de extraer conclusiones sobre las relaciones Brasil-CEE. Si por un lado Brasil veía a la CEE como actor internacional que podía dar el equilibrio a sus relaciones externas para evitar una dependencia excesiva de los Estados Unidos, por otro lado, sentía cierta frustración al ver cómo la CEE no se revelaba, efectivamente, como el socio privilegiado que Brasil esperaba pudiera contribuir en su proceso de desarrollo.
Evidentemente, 40 años después, las circunstancias han cambiado. Algunos de los límites ofrecidos de las relaciones entre Brasil y la CEE se han modificado. Brasil es una compleja economía industrial que ha fortalecido su base agrícola. Las posibilidades han crecido en la medida en que los países miembros de la UE se han comprometido con los procesos de reforma económica y privatizaciones que Brasil viene implementando en los últimos años, y en la medida en que Brasil intenta equilibrar su agenda de negociaciones internacionales -Área de Libre Comercio de las Americas (ALCA)- alegando siempre la existencia de una opción europea.
Brasil y la Unión Europea pueden llegar a entendimientos concretos que garanticen el acceso de los productos brasileños en los mercados europeos, estableciendo una agenda cooperativa que trascienda las cuestiones comerciales e incluya asuntos de una nueva agenda internacional. Lo que une a Brasil y la Unión Europea, y en especial con alguno de sus miembros, es mucho mayor que lo que les separa. Sin duda, los próximos años serán testigos de avances importantes en nuestras relaciones, y el horizonte del año 2005 se puede configurar como una fecha emblemática en la consolidación definitiva de estas relaciones con la implantación de una zona de libre comercio entre la UE y MERCOSUR.